Ellos le llaman «el puente», yo le llamo Paul

En Aix-en-Provence está sucediendo algo, al igual que en el Museo Thyssen-Bornemisza. Ambas historias son capítulos del salto que dio el arte del XIX al XX. Sabemos que los cambios no suceden solos, son consecuencia de la osadía de las personas. En el camino de un Delacroix o de un Monet hacia un Picasso hay un puente. El paisaje que lo rodea no fue un precisamente un paseo pero como en toda vida, siempre hay personas que apoyan y comprenden, aunque algunas lo hagan desde el interior de un cuadro.

Un duelo y una ciudad, Roma

Una ciudad como Roma encierra muchos secretos, huellas de vidas que no se pueden borrar. En mi último viaje a la ciudad que siempre celebra la vida quedé cautivada por una historia épica con fondo barroco, tan real e impactante como el propio escenario de la vida.

¿Qué espero de Pissarro?

Esta tarde espero acercarme con calma a Camille Pissarro en el Museo Thyssen, sin más «Impresiones» a mi alrededor, solo las suyas.

Mis 13 motivos para amar a Marc…sin supersticiones

Para mí todo tiene sentido en Marc. Su capacidad para sentir y transmitir tanto la felicida como el peligro. La sinceridad de su obra y el viaje de su vida hacen que sienta auténtica devoción por él. Aquí dejo13 motivos para amar a Marc Chagall, estaré encantada de sumar a los míos los vuestros.

Mapplethorpe o el poder del cuerpo

Si te pido que confíes en mí pero no te miro a los ojos y guardo demasiada distancia ¿Confiarías?, yo tampoco. Creo firmemente en el poder de las palabras y en sus maravillosos matices, sin embargo, estamos desarmados ante el poder del lenguaje del cuerpo y nadie mejor para traducirlo que el elegante trabajo de Robert Mapplethorpe.

A los defensores del ARTE

Mañana ,18 de mayo, todos podemos celebrar el Día y la Noche de los Museos. Entrando en las webs de cada institución se puede consultar el programa.

Lawrence, ¿Tuviste algo con Marilyn?

-No, pero le he sacado las mejores fotos de su vida …y de la mía

Esta podría haber sido la conversación de Lawrence Schiller y cualquiera de sus compañeros de la revista París Match días después de su sesión con la Monroe en 1962, cuando el joven de San Diego, con 25 años, la inmortalizó saliendo de la piscina con el cabello mojado y nada más.

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