«Si nosotros viviéramos
lo que la rosa, con su intensidad,
el profundo perfume de los cuerpos
sería mucho más»
(Miguel Henández)
Añorando estos días mi Jardín Atlántico, he vuelto a un pequeño librito de poemas dedicados a las flores. Al menos, mientras no pueda oler las rosas de cerca; mientas no pueda inspirar su aterciopelado e irreplicable aroma, siempre podré volver a mi jardín con los versos de los mejores; Antonio Machado y Rubén Darío entre otros.
Contemplando un jardín se me hace sencillo creer en algo superior, algo que va más allá de la ciencia y de la propia madre naturaleza, algo que si bien, puede tener muchos nombres, sin duda, para mi es una energía de regeneración y bondad. Solo observando el ciclo de las estaciones uno renueva su fe en todo lo noble y honrado.
Al igual que los poetas, muchos artistas han hecho de las flores su más sensuales modelos, pues en una flor conviven la pureza y la inocencia, a la vez que entran en juego lo sensual, y lo sexual, unas veces de forma velada y otras muy explícita.
Hoy, en «Lo bello de la vida a través del arte» te regalo una flor como nunca la has viso, como un espacio sagrado de seducción.
Sin más te dejo con la obra y enseguida te doy más detalles
«Caña roja» 1924 Georgia O´keeffe
La flor fue creada para atraer a los insectos y así reproducirse; Es el órgano sexual más colorista y elegante. Georgia O´Keeffe despliega en esta pintura todo su talento para desvelar lo extraordinario de lo cotidiano.
Por mucho que acerque la mirada y la diserte, este no es un estudio natural al uso. Magnificando esta flor, Georgia O´Keeffe nos convierte es ese insecto volador que atraído por los colores se adentra hacia ese monte de Venus encendido.
Georgia O´Keeffe comezó en 1924 a crear una serie de pinturas de flores con un enfoque que convertía lo concreto en abstracto. Algo que la fotografía ha practicado también con gran éxito, pues cuanto más te acercas a un objeto más se convierte en algo indefinido, tanto que acaba perdiendo su verdadero significado.
O ’ Keeffe observa como una científica y traduce lo que ve como una poetisa. En esta caña, podemos percibir la energía del crecimiento de la estructura de la propia flor, anclada ala tierra y a la vez libre como una bailarina. Notamos el aire que mueve los pétalos y crea ondulaciones en sus bordes. Hay una vibración de baja frecuencia que irremediablemente nos empuja hacia dentro, y así, la sensación de atracción se intensifica.
Vasili Kandinski, y sus teorías sobre la relación de las artes visuales y la música, forman parte también de esta partitura, pues Giorgia O´Keeffe se vio muy influido por el gran artista ruso durante su juventud, aunque ella sube la temperatura del óleo y dota de un calor creciente a sus flores y paisajes.
Nuestra mirada acude al centro de la flor, donde están concentrados los estridentes tonos naranjas y amarillos, justo donde se encuentran los órganos reproductores. Aunque la pintora manifestó que no era su intención, me resulta inevitable que la propia flor me recuerde a los genitales femeninos, mostrados como una forma de homenaje a la belleza de lo íntimo, de lo que es reservado.
Recuerda, ahora tú y yo somos un insecto y O´Keeffe nos permite ver la flor de la misma manera que lo haría una abeja. Y es que las innovaciones en el arte no vienen tanto por cómo el artista crea una obra, sino por su particular punto de vista para percibir el mundo que le rodea.
Cómo nos gusta sumergirnos en este lirio blanco en nuestras visitas guiadas al Museo Thyssen , aquí los pistilos amarillos emergen del blanco azulado para que podamos recoger esa vibración en la cuenca de las manos, sacarla fuera del museo y tenerla como nuestra fuente de energía particular.
Si hacemos memoria, históricamente las flores se representaron en el arte como elementos decorativos y como alegorías simbólicas tanto en retratos como en los bodegones. Del cabello de las damas o de los jarrones pasa ahora a ser la musa de la composición.
«Si miras detenidamente una flor, tienes el mundo ante ti» (Georgia O’Keeffe)
Georgia O´keeffe ( 1887-1986) se convirtió en una destacada figura del arte estadounidense y su originalidad quedó patente durante la década de los años ´20 y ´30 en pinturas innovadoras como la que hoy exploramos, justo en un momento en el que los pintores americanos producían un arte figurativo más tradicional.
En el año que pintó esta caña roja, 1924 , Georgia se casó con Alfred Stieglitz, fotógrafo y uno de los primeros galeristas en exponer sus paisajes de Nueva York. La pareja pasó muchas temporadas en Nuevo México, cuyo paisaje monumental estimuló el talento pictórico de Georgia y potenció su capacidad de extraer cualidades orgánicas de lo inerte, como de huesos de animales y de montañas.
Volviendo al poemario del que te hablé al principio, se llama «El Jardín Romántico» – (1987) – Edit Elfos- Selección y prólogo de Rita Schnitzer, y está ilustrado por la gran María Pascual, Cuando me lo regalaron tenía 8 años y aún no me he cansado de mirarlo.
Un abrazo desde El faro de Hopper