Sorolla, el veraneante que llevó Villagarcía a Nueva York

 

 

¿Qué más se puede decir sobre Sorolla? Exposiciones, estudios, conferencias…¿Qué más se puede decir? Pues que se enojaba ante el desconcierto que le provocaba esa luz que pasa de dorada a rosa a naranja y a rojo en sus tardes frente a la Ría de Arosa.¿Y qué más? Pues que gustaba de perderse en el mercado de Villagarcía, que veía en esta villa la esencia de Galicia y que yo tuve el gusto de estar a su lado, ¿Me acompañas?

Salí admirada  de la muestra «Sorolla en América» no solo por «La bata rosa» , «Triste herencia» o «Niños en la playa» sino porque a través de sus dibujos y gouaches de Nueva York se puede constatar el espíritu aventurero de Sorolla, tanto en lo pictórico como en lo personal.  América descubrió a Sorolla en 1909, en su primera exposición en The Hispanic Society of America de Nueva York. De aquel exitoso desembarco surgió un reto que supuso para Sorolla un viaje pictórico y anímico por España. ¿Qué más se puede decir de Joaquín Sorolla? Pues que llevó mi ciudad natal, Villagarcía de Arosa al mismo corazón de Manhattan.

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La bata rosa. Pintada un año después de su visita a Villagarcía

Si pasas caminando por la calle Vista Alegre , Villagarcía se derrama luminosa ante tu vista, como una rica tela. Escoltada por la hermosa Ría de Arosa y por las faldas del apacible Monte Xiabre. ¿Puedes imaginar el berrinche del pintor con la luz de las Rías Bajas?   Yo sí, pues un atardecer  del mes de  julio, atravesando Vista Alegre , me sorprendió una exaltada voz varonil.

– ¡Y otra vez! cada vez que asomo la vista tras el caballete me encuentro con nuevos colores, ¡El horizonte me toma el pelo! ¡Esta obra será eterna!

Barba cuidada, no muy alto pero ágil, se movía inquieto por el jardín que daba a la Ría.

Consulté  el Faro de Vigo que llevaba en el bolso. Ya no estaba en 2015, sino que el diario estaba fechado exactamente cien años antes, en julio de 1915. Aquel verano,  Sorolla llegó a Villagarcía de Arosa  con la intención de realizar una serie de murales mostrando las costumbres de las distintas regiones españolas encargadas por el fundador de la Hispanic Society de Nueva York. En el mismo artículo, Sorolla manifestaba: «Elegí Villagarcía por ser más popular , por su hermoso horizonte y porque deseo caracterizar el escenario de mi cuadro con el fondo de esta bella ría» 

 

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Puesta de sol en la Ría de Arosa

– ¿Quién anda ahí? – ¿Manuel eres tú?

– Don Joaquín, no se asuste, soy Leticia, tal vez me conoce por El faro de Hopper…

-No ubico ese faro en esta costa y Hopper …¿Por qué lo menciona? ¿Es que también ha venido a pintar a esta zona? ¿Es usted su anfitriona o su marchante?

Olvidé que en 1915 aún no existe mi blog..ni el de nadie. Hopper estuvo en España en 1910,  en aquel momento Sorolla era ya un artista consagrado. Igualmente, Sorolla pudo haber conocido la obra de Hopper en sus viajes a Norteamérica.

– No Don Joaquín- expliqué atravesando la maleza y caminando hacia él- soy Leticia, una villagarciana que disfruta del verano, como usted…

-Ah!- exclamó amigable- Entonces tome asiento en esa silla de campo y hágame un poco de compañía..a ver, deje que la vea. Pues sí, tiene los ojos de forma almendrada que tanto he visto por aquí.

– ¿Tenemos ojos en forma de almendra, Don Joaquín?

-Así es. Observo en las gentes gallegas esa mirada rasgada, de colores pardos y verdes, ojos frescos y rostros sanos y de tendencia redondeada. Me gusta acudir al mercado, fijarme en las personas, hacer bosquejos de su expresión. Todos son amables y acceden a dejarse retratar. Llevo en  una cajita de puros mis carboncillos y algunos pequeños cartones, así, de cada paseo traigo rostros y tipos que me servirán para este mural.

– Desde luego el mercado es un mundo en sí mismo…¿Trabaja usted en el encargo de Huntington?

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Sorolla pintando en Villagarcía

– Así es. Archer Milton Huntington es un gran coleccionista, un  enamorado de la cultura española y me ha encargado estas obras para su fundación. La Hispanic Society of America, el edificio  está, entre  la 613 West  y  la 155 Street que así lo dicen en Nueva York. Expuse allí por primera vez en 1909, pero a Huntintong lo conocí en Londres, mientras exponía en Grafton Gallery…por cierto ¿Dónde andará el bueno de Manuel?

-¿Quién es Manuel?

-Manuel es el hijo de Eleuterio Vega, un gran carpintero de aquí, me han construido este  práctico caballete- andamio con toldo y todo. Así puedo  pintar al aire libre y proteger las obras del viento mientras persigo a esa luz -dijo con cierto reproche-

-Lo sé, esta luz le desconcierta ¿Verdad Don Joaquín?

– Y tanto estimada Leticia… La luz de esta hermosa Ría cambia constantemente, se filtra entre los árboles y crea tonos muy intensos. Esta luz  rebota en el mar y desafía a mis pupilas y a mis pinceles..y eso que mi mano aún es  rápida.

Sorolla era experto en pintura al aire libre. Sin embargo su escenario habitual eran las playas del mediterráneo, en las que la luz es más suave y fraccionada que en la costra atlántica. En la Ría de Arosa fue desafiado por fogonazos de luz y por  cambiantes y tonalidades  extremas. Además, los días de niebla matutina, los blancos y azulados atlánticos  evolucionaban de forma diferente respecto a  los amaneceres mediterráneos.

– ¿Usted pinta Leticia?

– No, yo escribo…. podría ser una forma hacer imágenes con palabras ¿No cree?

-Por supuesto, un ejercicio muy visual sin duda, ¿Y sobre qué escribe?

-¿Y ahora qué le digo? -pensé cortada- Pues escribo sobre arte, artistas, nuevas formas de expresión.

-Ah! entonces debemos ser amigos y compartir inquietudes artísticas contemporáneas. A mi  me gusta escribir también, me explayo cuando escribo a mi esposa Clotilde o a artistas amigos como Aureliano De Beruete, un gran conocedor de Velázquez, claro que, al maestro Velázquez le debemos todos la modernidad.

La modernidad ya se me quedaba corta, yo había amanecido en 2014 y ahora estaba compartiendo inquietudes con Sorolla.

– Entonces, ¿Escribe usted para el periódico Galicia Nueva o la revista Arealonga? Lo digo porque ya me han entrevistado…

-No, el medio para el que escribo está aún en fase experimental…aún así, si tiene a bien contestarme unas preguntas

-Encantado lo haré, si no le importa que capte estos últimos brillos del paisaje mientras conversamos…

¡Qué me iba a importar! estaba viendo pintar a Sorolla, en mi tierra y en primera fila…lienzo sin marco, tan vivo, tan cerca,  y al fondo asomaba la isla de Cortegada.

Volvió el afamado Manuel, entre él y Sorolla cambiaron de sitio el colosal caballete. Se llevaban bien, se notaba, valenciano y gallego perseguían algo en el ambiente que solo Sorolla parecía percibir.

Mientras yo tomaba notas Sorolla hablaba de muchas cosas a la vez, era un gran narrador. Hablaba de cómo en sus cuadros ordenaba los elementos al son de la luz. Su formación pictórica fue convencional, academicista, pero estaba fascinado por la fotografía, como lo estuvo Degas y por los efectos de la luz sobre colores y objetos.

– En mi estancia en París en 1885 Monet, Degas y Renoir ya estaban más consolidados, lo pobres ya habían recibido el azote de la crítica ¡tibios los pusieron!…aún no les entendían (Explica Joaquín mientras el larguísimo pincel baila)

Rassss, pincelada suelta, Rasss pincelada larga y Rassss enérgico pintar y surge la mancha y surgen la forma y la historia, Rasss de morados y rosas y blanco, mucho blanco y verdes para la piel.

Pinceladas de Sorolla
Ras Ras Pinceladas
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Ras Ras más pinceladas

 

 

 

 

 

 

– En París quedé cautivado con las obras de Jules Bastien-Lepage  y de Adolf von Menzel, (puntualizó Sorolla)- Me interesó apasionadamente cómo trataban la luz y su paleta de colores claros.

Sorolla encontró su lenguaje en la fusión de la obra de estos dos artistas y creó uno nuevo. Aunque a lo largo de su vida obtuvo reconocimientos con obras de temática social como «Otra margarita» en el que el enfoque y la intención pictórica van más allá de la pintura costumbrista y exploran un realismo emotivo sin caer en dramas, reflejando esquemáticamente el impacto emocional de la escena.

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La otra Margarita (1892)Realismo social. Sorolla es testigo de la escena en un viaje en tren y decide reflejar el drama con simplicidad y una moderna composición que arranca con la cabeza inclinada de la mujer

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Posteriormente Sorolla eligió dedicarse a otros temas, cercanos, familiares, espontáneos. Decidió para el resto de sus obras que la emotividad vendría marcada más  por el uso de la luz que por el tema en sí mismo. ¿Acaso no son las obras sobre su familia tan potentes como «La libertad guiando al pueblo» de Delacroix? Creo que los temas se cargan de sentimiento más por cómo se traten que por el asunto que muestren.

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Su hija María en 1907 tras recuperarse de una tuberculosis

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Fue Sorolla complaciente en sus obras? desde luego fue él mismo  en la mayoría de sus obras. Otro asunto son algunos retratos por encargo, sobre todo en su etapa de éxito en América, lo cual sería hasta razonable. Sin embargo, tenemos  maravillosos retratos de su mano que rezuman emotividad y marca propia, como el de Benito Pérez-Galdós, el de su amigo Beruete, o el de Louis Comfort Tiffany, que surgió de su éxito en aquella primera expo en Nueva York. Sorolla decía «prefiero el retrato al aire libre» pero se atrevía con todo.

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Louis Comfort Tiffany (1911) primer Director de Diseño e hijo del fundador de la firma de joyería Tiffany & COU

 

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Su amigo, el pintor Aureliano de Beruete (1902)

 

 

 

Acompañé a Sorolla caminando hasta O Castro,  el barrio de pescadores en el que se alojaba En 1915 el mar no estaba tan al fondo, asomaba en cada esquina.   Joaquín saludaba y era saludado. A Sorolla le gustaba que precisamente Villagarcía de Arosa hubiese sido la primera en levantarse contra los franceses en 1808. Me habló también que en uno los murales en los que esos días trabajaba. «La Romería»  En el que refleja paisaje, personas y animales conviviendo con la misma factura pictórica, objeto de los juegos de una misma luz, aquella que le hizo enfadar tanto mientras pintaba en Vista Alegre y que recogió en esa escena de trabajo, ocio y música tan gallega. Los colores en esta obra se hacen más intensos en otras de fondo mediterráneo, pues a ciertas horas la luz atlántica encienden las tonalidades hasta la incandescencia, sobre todo al atardecer, dónde crepitan fuegos cromáticos entre mar, bosque y cielo.

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La Romería. Panel de Galicia pintado en Villagarcía de Arosa (The Hispanic Society of America en Nueva York)

-¿La veré otra tarde Leticia? o una mañana en el mercado, parece usted saber de mi pintura casi tanto como yo mismo

– Por mi encantada, ha sido un placer irrepetible verle pintar Don Joaquín..

-¿Viaja usted a Norteamérica Leticia?

-Siempre que puedo

-A mí es que me encanta viajar en avión. Entonces será invitada de honor cuando estos paneles se expongan, así podrá también entrevistarse con Huntintong.

¡Ojalá! exclamé en mi pensamiento, pues no sabía hasta donde llegaría aquel viaje (ni en el espacio ni en el tiempo) Sorolla se alejó charlando con Manuel. Pensé en pedirle un selfie con mi ipad pero ¿En  1915? Además, tras conocerle y verle pintar ¿Quién quiere un selfie? Me complace el recuerdo, la foto metal. Algo gracioso debió suceder cuando ya estaban lejos porque los dos rieron con espontaneidad, pero ya no acerté a oír de qué se trataba. Pintar le hacía feliz, no le atormentaba. Los murales para la Hispanic Society fueron el inicio del declive de su salud. Se mostraron al público en 1926 con Joaquín ya pintando la luz de las estrellas, sin su joven Manuel. Rasss Rasss pinceladas.

Los martes y los sábados el mercado sigue bullicioso y entretenido, algunos «sabios del marketing» practican su influjo. Mientras, en Broadway, un trozo de Villagarcía deslumbra a los americanos, entre la 155 y la 156 , que así lo dicen en Manhattan, Gracias Don Joaquín.

*El faro agardece al Museo Sorolla de Madrid su ayuda en este artículo. Tanto la casa como el jardín fueron diseñados por el propio Sorolla. En ella  se conserva gran parte de su obra, así como mobiliario y el estudio del artista, en el que utilizó modernas combinaciones de juegos de ventanales para experimentar con la luz natural también en interiores.

 

 

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11 comentarios en «Sorolla, el veraneante que llevó Villagarcía a Nueva York»

  1. El articulo resulta muy ameno, muy bien llevado el dialogo,me encantan las pinceladas,resultan muy bien los cuadros que intercalas y preciosa la fotografia de la puesta de sol.Un gran beso…….Mua mua mua

  2. Estuve en la exposición de Sorolla en la Fundación Mapfre, me encantó, gracias por recordarlo en esta historia tan bonita, magnifico artículo como siempre.

  3. Precioso recorrido por la obra del valenciano viajero. Las tengo muy presentes en la retina, gracias a la exposicion de Fundacion Mapfre en Madrid.

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