El faro no puede llenar tu nevera, pero sí aspira a saciar tu espíritu con los sabores que el arte nos invita a paladear. El arte es dulce, potente, fresco, cremoso, agrio, adictivo. Y no tienes que preocuparte por zozobras en la báscula, cinturillas reventonas o arterias embotadas, pues cuanto más arte disfrutes mejor te sienta.